Sentado en el escritorio del call center en el que trabajaba leí, en un libro que le pedí fiado a la bibliotecaria de la iglesia a la que asistía, la frase que le dió inicio a todo: "Hasta que no trates de ir más alto, de ver más allá e intentar algo mayor, nunca descubrirás tu potencial"

En ese momento me quité la diadema de la cabeza, la puse sobre el escritorio del cubículo estrecho y renuncié para irme a vender mis propios cursos de actuación.

Con toda la incertidumbre del mundo y con la confianza de que algo bueno iba a pasar, publiqué un anuncio en Facebook promocionando mi primer taller de actuación. Tenía miedo de que nadie lo comprara.

La gente comenzó a escribir, entonces comencé a llamar, empecé a vender y la gente me comenzó a recomendar; y, dentro de mí, sabía que las primeras ventas que hacíal las hacía porque la gente veía en mí a alguien apasionado por lo que hacía.